La Plaza de San Marcos en Venezia – Canaletto – 1730

En Venezia solamente hay una Plaza, la Piazza di San Marco. El resto de plazas son campi o campielli. En esta entrada os hablé del especial y original callejero veneciano. Pero hoy os quiero hablar de la Piazza. Mi Piazza.

Recuerdo perfectamente la primera vez que entré en ella, era un 29 de mayo de 2000 y acababa de casarme con el amor de mi vida, mi indispensable compañero de viaje y paseos por Venezia, el hombre con el que tengo la suerte de compartir esta pasión irracional por la ciudad, Antonio.

Entramos desde el Bacino, atardecía, varias losetas del suelo aparecían bañadas por la marea y en ellas el sol poniente pintaba la plaza con los reflejos de los mosaicos de la fachada de la Basílica. Sonaban las orquestas de los cafés Florian y Quadri. Bailamos, tonteamos… estábamos tan felices. Fue una experiencia única y me impactó sobremanera.

Sin embargo, creo que la mejor forma de entrar en la Piazza por primera vez es desde la Calle Lunga XXII Marzo, sin prisa, atravesando los arcos sobre los que se encuentra el Museo Correr y que abrazan la Piazza por 3 de sus lados. Encontrarse al frente el Campanile y la imponente Basílica. Es así como se aprecia la majestuosidad de la Piazza, pero también la belleza de la basílica de San Marcos. Podría describir esa imagen con los ojos cerrados.

Cuando estoy en Venezia, el tiempo se detiene, es como entrar en otra dimensión. Pero la Piazza… me deja sin aire, apenas soy capaz de hablar mientras estoy en ella, especialmente de noche, cuando los turistas ya se han retirado a sus alojamientos y los comercios y bares han echado el cierre. Cuando toda la Serenissima es casi casi para nosotros dos.

La Piazza mide 180 metros de largo y 70 metros de ancho. Su construcción se inició en el siglo IX y no fue hasta casi finales del siglo XII cuando adoptó su forma actual. Fue pavimentada en el siglo XIII con ladrillos y líneas que facilitaban la organización del mercado y las procesiones. En 1723 se reemplazaron por un diseño geométrico de piedra volcánica oscura y blanca y se aprovechó para elevarla un metro sobre el nivel del agua. Así es como os la encontraréis actualmente, 3 siglos después.

No olvidéis que es la zona más baja de la ciudad y la primera por tanto en sufrir los efectos del Acqua Alta, pero es sin duda la plaza más bella del mundo (no las he visto todas, claro, pero no me hace falta, lo sé con seguridad). Seguramente habréis leído u oído que Napoleón Bonaparte lo definió como “el salón más bello de Europa”. Hay quien dice que la frase no es de Napoleón, pero sea de quien sea, yo no puedo estar más de acuerdo. Echad un vistazo a esta entrada en la que podréis descubrir algunas de las huellas que los siglos han dejado en la Plaza.

La preside la Basílica de San Marcos, una obra maestra de la arquitectura bizantina. A sus pies, el Campanile, exento, de 98 metros de altura y, a su derecha, el majestuoso Palacio Ducal que se abre al mar.

A su izquierda, tras la Piazzetta dei Leoncini, la Torre del Reloj (que tardamos 6 años y 3 visitas a la ciudad en poder disfrutar porque estaba en obras y cuya visita ofrece una perspectiva inmejorable del Bacino). A continuación, las Procuradurías Viejas (del siglo XII), el Ala Napoleónica donde se encuentra el Museo Correr y, al sur, las Procuradurías Nuevas, la Logetta (a los pies del Campanile) y la Biblioteca Marciana (frente al Palacio Ducal).

La Piazza se prolonga hacia el Gran Canal en la Piazzetta, donde dos columnas de granito, la de San Teodoro (primer patrono de la ciudad) y la de San Marco (con el célebre león alado), crean una imaginaria puerta al Adriático.

Todo un Museo al aire libre que como tal debe ser tratado, por lo que en ella está prohibido comer y beber. También está prohibido sentarse en los escalones que rodean la Piazza porticada.

Hay incluso una cámara web instalada en un ángulo de la Piazza que la muestra en tiempo real y, como imaginaréis, a menudo me conecto para transportarme hasta allí, admirar su belleza y envidiar a los afortunados anónimos que en ese momento la pisan.

Cada vez que regreso es lo primero y lo último que hago, como un ritual: la saludo cuando llego y me despido de ella cuando me marcho, hasta la próxima vez. No en vano decía Sansovino que Venetia proviene de Veni Etiam (vuelve otra vez y otra vez).

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