Os he hablado ya en varias ocasiones de mi pasión por el café italiano. Y es que el café en Italia, en general y en Venecia en particular, juega en otra dimensión.

Me gusta el café. Me gusta para comenzar el día sea la hora que sea cuando abro los ojos, como estímulo despertador pues, no en vano, la palabra “café” procede de la palabra árabe “qahwah” que significa “estimulante”. Me gusta también como elemento socializador a media mañana, cuando alguien propone una pausa a la jornada laboral. Y sobre todo, me gusta después de comer, en ese momento que se comparte en la sobremesa. 

La primera vez que llegué a Venecia fue también la primera vez que visité el “Bel Paese”, y el café me pareció fabuloso. Esa sensación de estar tomando café de verdad sigo experimentándola cada vez que visito Italia; tanto, que cuando vuelvo de allí, tardo varios días en volver a tomar café en los bares, porque en España a veces no es fácil encontrar un buen café y sin embargo, en Italia, lo difícil es encontrarlo malo.

A nosotros nos gusta tomar café en los lugares que con el paso de los años y las visitas a Venecia, hemos ido descubriendo. Seguro que hay cientos de sitios más en los que el café merece la pena. Pero estos son nuestros favoritos y nuestros imprescindibles, aquellos a los que vamos «de propio». Porque al fin y al cabo las vivencias también forman parte de los favoritismos, y mis viajes a la Serenissima están plagados de bellos y románticos momentos en torno, también, a un café. 

Tomad nota y si descubrís algún lugar que merezca la pena, no dudéis en contármelo.

Rosa Salva: hay sitios que solo con nombrarlos te alegran el día, y este es uno de ellos. Situado en Campo San Giovanni e Paolo, no hay viaje en el que paremos al menos una vez. Y por supuesto, todas las que pasamos por su puerta. Nos gusta el ambiente, el local, los brioches, el café, le fritelleimposible pasar de largo y, seguramente, imperdonable.

Café Florián: un clásico entre los clásicos. El café más antiguo de Italia, en plena Plaza de San Marcos. Su interior tiene ese aire antiquísimo y romántico, en el que puedes sentirte como un veneciano más de siglos atrás. Merece la pena hacer una parada y disfrutar de un rico espresso entre sus mesas y paredes acristaladas. En verano, una elegante orquesta ameniza la terraza. Se paga, evidentemente, pero tomarse un café o cualquier otra cosa en el “salón más bello de Europa”, es uno de esos caprichos que hay que darse una vez en la vida. 

Bar Ducale: sin mesas, sin lavabos, sin turistas… este pequeño bar nos encanta porque está en los bajos de uno de nuestros hoteles de cabecera, porque el café está rico, es barato (es más fácil de lo que podáis pensar encontrar café barato) y porque allí es fácil sentirse uno más. Podréis tomaros el café “al banco” porque no hay ni una mesa,  rodeados de los lugareños y de los gondoleros del canal aledaño que entran a calentarse mientras llega su siguiente cliente.

Ballarin: en Canareggio, entre el Puente de Rialto y Strada Nuova. Uno de esos sitios por el que seguramente pasaréis de camino o de vuelta a Rialto desde el Ghetto. Vitrinas atiborradas de dulces donde la elección es difícil… si no es Carnaval. Porque entonces no hay duda: fritelle y cappuccino.

Mercato: en la zona del Mercado de Rialto, otro local diminuto en el que tomarse el café “al banco” por 1€. No tiene nada de particular más allá de nuestras propias vivencias, y es que este es uno de esos sitios que hemos ido visitando un viaje tras otro hasta hacerlo casi nuestro. Por eso lo añado a esta lista tan subjetiva, no esperéis más del lugar.

Nico´s: la “gelateria” Nico aparece en todas las guías turísticas como destino indispensable a la hora de tomar un rico helado italiano. Y os aseguro que no defrauda. El helado es fabuloso y el café, de calidad, a media mañana, se comparte con los venecianos que hacen su pausa antes de volver al trabajo. Si el tiempo es bueno, tiene una increíble terraza flotante sobre el Canal de la Giudecca con unas vistas, a esta isla, de quitar el hipo.  

Martini: en Strada Nuova, junto a nuestro hotel favorito. Curiosamente mantiene un cartel de “puerta estropeada” desde hace más de dos años, desconozco el motivo. En cualquier otro sitio me molestaría, pero aquí… le busco el punto de vista positivo a todo, así que forma parte de su encanto. El café es delicioso y las “fritelle” de Carnaval son de lo mejorcito. Cuenta con una vitrina de pastelitos surtidos y preciosas cajas de bombones y galletitas venecianas de las que podría llevarme una de cada. Algunas veces me dejo llevar por la tentación y pico alguna cosilla… me vuelven loca las cajas-lata.

Le Café: en Campo Santo Stefano, frente al «cagalibros», es otra de esas cafetería – pastelería con preciosa vajilla de porcelana, vitrina a rebosar de dulces y personal de sonrisa permanente. Si nos alojamos en San Marcos nos acercamos más de una vez. Si lo hacemos en Santi Apostoli u otro lugar, paramos cuando pasamos por la puerta en alguno de nuestros paseos. Aquí siempre encontraréis lugareños charlando o leyendo el periódico. Me encanta el ambiente de camaradería que hay.

Tonolo: otro de nuestros TOP. No importa que no se encuentre en nuestra ruta. Este es uno de esos sitios a los que ir de propio. De toda formas, seguramente pasaréis por él de camino o de vuelta a Santa Margherita. Deteneros. El café merece la pena, y la vitrina de pastelitos, brioches y exquisiteces varias, invita a organizar allí una bacanal.  

Pero si no os pilla de paso cualquiera de estos sitios, no os preocupéis. Como os digo, es muy fácil tomarse un café de calidad a cualquier hora del día en esta preciosa ciudad. Una recomendación: el cappuccino se toma solamente hasta medio día, así que a partir de entonces, probad el macchiato (nuestro cortado) o el espresso (café solo, muy corto). Y por supuesto, acompañadlo de todas esas delicatessen que encontraréis esparcidas por la ciudad. Pura gula…