En Campo San Giovanni e Paolo, en el sestiere de Castello, se encuentran varias de mis atracciones favoritas de Venecia: la imponente Iglesia homónima, impresionante panteón de dogos; la antigua Escuela Grande de San Marcos que, hoy en día, es el Hospital Civil de la ciudad; las lanchas ambulancia “aparcadas” en el canal que recorre la fachada lateral del Ospedale; una de nuestras cafeterías favoritas de la ciudad, Rosa Salva y, en el centro de esta bulliciosa plaza, dominándola a lomos de su caballo, la estatua ecuestre de Colleoni, de la que quiero hablaros hoy.

Por alguna extraña razón, las estatuas que encontraréis en vuestros paseos por Venecia, en su mayoría dominando los campi, tienen un significado importante para nosotros, un punto romántico que se suma al sentimiento por la ciudad, y solemos detenernos a admirarlas siempre que nos cruzamos con ellas. Y la estatua ecuestre de Colleoni es una de nuestras preferidas.
Bartolomeo Colleoni fue un condottiero, un mercenario, que prestó servicios a la República de Venecia durante varios años durante el siglo XV. Su relación con la Serenissima estuvo llena de altibajos por su ambición desmedida pero, precisamente esa ambición y su gran capacidad bélica, le hicieron amasar una gran fortuna. Se ganó la fama de bárbaro porque utilizaba la artillería en sus incursiones guerreras, algo muy mal considerado en la época, por lo que los dirigentes venecianos sentían una especie de amor-odio por él, ya que por un lado le necesitaban pero, por otro, se avergonzaban de sus dudosas prácticas.
Su enorme ego le llevó a exigir a la ciudad que su estatua ecuestre se erigiera en la plaza de San Marcos, pero Venecia, para evitar el culto al condottiero, encontró la forma de complacerle sin traicionar sus deseos: el monumento se colocó en este campo que entonces aún conservaba el topónimo de San Marcos, ya que en él se encontraba la Scuola Grande di San Marco. De este modo se evitó colocarla en la mismísima Piazza pero «sin desobedecer» los deseos del líder mercenario.

La estatua, obra de Andrea del Verrocchio, intenta emular a Donatello, que había realizado una estatua al también condottiero Gattamelata pero, a diferencia de aquella, Verrocchio consiguió un gran dinamismo en todo el conjunto, ladeando las cabezas de los protagonistas y dotando al jinete de una expresión furiosa que le proporciona gran vitalidad. El caballo guarda gran similitud con los caballos de bronce de la Basílica de San Marcos.

Existe una curiosidad que no recuerdo donde leí: el escudo de la familia Colleoni, está compuesto por tres testículos, pues el apellido deriva del latín “coleo” que significa testículo. Pero si queréis verlo, tendréis que salir de Venecia y dirigiros a Bérgamo, donde se encuentra el panteón familiar y, a cuya entrada, se halla una representación de este escudo.
La estatua domina con sus dimensiones el campo que, como todos en Venecia, es de irregular planta, formando un conjunto precioso con las fachadas del Ospedale y de San Giovanni e Paolo. Me gusta observar el trajín de los venecianos y visitantes desde el puente que desemboca en la plaza desde la calle Larga Giacinto Gallina. En invierno hay pocos turistas y muchos venecianos que van y vienen en su quehacer diario. En verano, la plaza se llena de veladores y tiene un ambiente diferente, pero no por ello menos encanto.

Cuando estéis en la ciudad, no olvidéis visitarla a media mañana y tomar un rico capuchino en Rosa Salva mientras disfrutáis de la majestuosidad del condottiero. Seguro que conocer quién fue Colleoni, os ayudará a contemplarla con otros ojos, pues no en vano contribuyó en gran manera a la formación de la gran potencia veneciana que llegó a ser la Serenissima.
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