Al final de la calle Dolfin, en el cruce con el Sotoportego Falier y al pie de las escaleras que dan acceso al Campo de los Santos Apóstoles, hay una lápida en piedra de Istria que siempre me ha resultado curiosa.
Se trata de la stele del pane (la estela del pan), la única que ha sobrevivido de las que hubo en la ciudad. Estas lápidas se utilizaban en los tiempos de la Serenísima para exhortaciones y notificaciones, proclamaban normas y/o reglamentos para regular el uso de los lugares públicos y normalmente, se referían o se aplicaban a la zona en la que se colocaban.

Las regulaciones servían por ejemplo para proteger a los ciudadanos, o para dar instrucciones con el fin de mantener limpios los canales. También se utilizaban para emitir prohibiciones referidas a los juegos de azar, tan abundantes en la ciudad o para mantener en regla el comercio o fabricación de productos diversos. Se tallaban en piedra y se colocaban en lugares estratégicos y frecuentados, para que sus proclamas pudieran llegar a todos los venecianos y visitantes.
La colocación de la estela del pan en esta calle no es casual, ya que la panadería, en tiempos de la Serenísima, estaba encomendada a los forni, lugares donde se horneaba el pan; y a los pistori, que se encargaban de todo lo demás: molido, amasado, y modelado del pan. Como ya os he contado en otras ocasiones, la toponimia veneciana está estrechamente ligada a los oficios que se desarrollaban en las calles o sus cercanías.
En 1727, el pan de contrabando en la ciudad era uno de los principales problemas contra los que debía luchar el gobierno de la Serenísima, así que las autoridades mandaron grabar en piedra las normas que debían regular la fabricación y venta del pan.
La estela del pan dictada por el “Serenissimo Prencipe Fa’Saper”, el Dogo, para “hacer saber”, advierte en la parte delantera, la visible por los viandantes, de que aquellos que transgrediesen la orden de no vender u hornear pan solamente en las tiendas autorizadas (pistori), serían castigados con una multa de 25 ducados e incluso con la prisión. Esta prohibición se extendía también a la venta de pan casero y de pan no horneado en la ciudad.
En la parte trasera, la que da al río de los Santi Apostoli, se informa de estas prohibiciones a los barcaroli, que pasaban por aquí en dirección al embarque a Murano, cuya estación se encontraba en las cercanas Fondamente Nuove. A estos se les prohibía transportar pan de contrabando o inducir a ello a las personas a su cargo. La sanción en este caso podía suponer la quema del barco y la suspensión de la licencia por no menos de dos años.

Incluso se animaba a realizar denuncias secretas contra los infractores para evitar al máximo la transgresión de la normativa, una costumbre muy arraigada en la Serenissima de la que os hablé en la entrada del Jorobado de Rialto.
La lápida que vemos, es original, y muchas voces se han levantado últimamente en Venecia pidiendo su retirada y su sustitución por una copia, en aras de evitar los actos vandálicos que sufre regularmente. El año pasado, sin ir más lejos, una mañana de febrero amaneció cubierta de pintadas, provocando la ira de los venecianos. Esta gente que no respeta el patrimonio es una plaga en todos sitios…
En definitiva, la próxima vez que paséis junto a esta estela, en el sestiere de Canareggio, deteneros unos segundos a contemplarla, pues estaréis ante una pieza histórica que suele pasar desapercibida. Es fácil pasarla de largo sin darse cuenta, pues si bajáis de Santi Apostoli hacia Rialto, queda a la izquierda al girar en el cruce, normalmente atestado de viandantes, y si subís hacia el Campo, la aparición del soberbio Campanile de la Iglesia, atrae toda la atención. Pero recordad que en Venecia, hay que andar con los ojos muy abiertos y mirando a todos lados, o corremos el riesgo de perdernos los detalles cegados por la belleza abrumadora del conjunto.