Una particularidad de Venecia, es la gran cantidad de puentes que unen entre sí las pequeñas islas que componen el Casco Histórico.
Entre todos esos puentes, uno de mis favoritos es el Ponte Chiodo, en la Fondamenta de San Felice. Es un puente pequeñito, escondido tras la abarrotada Strada Nuova en el sestiere de Cannaregio, sobre el Rio de San Felice. Conecta la Fondamenta del mismo nombre con una casa particular, por lo que es propiedad privada.

Su curiosidad radica en que es el único puente que queda en Venecia sin barandilla. Los puentes en Venecia son unos 445 y, originalmente, todos fueron construidos en piedra y sin las protecciones laterales llamadas spalletti, a excepción de aquellos por los que pasaban las procesiones ducales, que se protegían para seguridad del dux y su comitiva. Esto conllevaba un serio peligro, principalmente en las horas nocturnas, así que en el siglo XIX, por razones de seguridad, se decidió colocar parapetos o barandillas y, solamente dos, han sobrevivido sin ellos: el Ponte Chiodo en Cannaregio y el Ponte del Diavolo, en la isla de Torcello.

Su nombre, Chiodo, proviene de la noble familia veneciana que una vez fue dueña del puente, algo bastante común en la Serenissima y que obligaba a los transeúntes a pagar el pontazgo si querían atravesar el puente en cuestión.
Merece la pena localizarlo en un paseo de camino a la Fondamenta Misericordia, uno de nuestros lugares TOP para tomar un aperitivo a última hora de la tarde, cuando la tenue luz de algún farol lo ilumina y lo envuelve en un halo de misterio.
Y si no estáis muy cansados, en las cercanías, encontraréis la Scuola Grande della Misericordia, una de las obras maestras de Sansovino y la imprescindible Cà D´Oro alla Vedova, cuyas polpetti son una delicia que no debéis dejar de probar.
¿Conocéis este curioso puente? Contadme!
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