En esta semana tan reivindicativa en la que la mujer ha tenido un protagonismo especial, quiero presentaros a Caterina Cornaro, nacida en Venecia el 25 de noviembre de 1454; una mujer que contribuyó al dominio que la Serenissima ejerció en el Mediterráneo, y en el resto de Europa, durante los siglos de mayor esplendor.

Y ¿qué hace a Caterina una mujer tan especial? Pues resulta que Caterina Cornaro fue la única reina que tuvo Venecia. Os cuento…

Caterina perteneció a una de las familias más ricas e influyentes de la República de Venecia y, como era habitual, fue educada en un monasterio hasta los 14 años, edad en la que Jacobo II, rey de Chipre, la eligió para convertirla en su esposa, con quien oficializó la boda en 1472 en Famagusta.

Pero, tan solo un año después, Jacobo murió, estando Caterina embarazada. Por desgracia, el heredero falleció también al año siguiente, lo que convirtió a Caterina en heredera y reina de los territorios de la familia de su marido.

Como era de esperar, inmediatamente estalló un motín en Famagusta fomentado por grupos no precisamente partidarios de Caterina, heredera legítima, para reemplazarle por Carlota de Lusignan, que era medio hermana de Jacobo y había sido depuesta del trono por éste.

Y aquí fue cuando intervino Venecia, siempre al quite, “ayudando” y dirigiendo el reinado de Caterina: Chipre cayó bajo la influencia veneciana y Caterina gobernó Chipre asistida por un Consejo formado por varios parientes venecianos. Como “compensación” se le otorgó el título de «Hija adoptiva de la República», un honor nunca antes concedido a ninguna mujer antes que ella.

En octubre de 1488, tras una conspiración urdida para derrocarla, Venecia aprovechó para obligar a Caterina a abdicar en favor de la República. Cuando Caterina se negó, le amenazaron con despojarle de todos los privilegios y declararle en rebeldía por lo que, finalmente, no le quedó más remedio que aceptar.

Fue recibida triunfalmente en Venecia, subida con el Dux al Bucintoro. Fue tal el acontecimiento que, esta entrada triunfal en la ciudad, es la que se conmemora cada año en la Regata Histórica, para que os hagáis idea de lo querida que era por el pueblo veneciano.

Venecia le nombró señora de Asolo y allí se le otorgó el mismo poder que tenía el Dux o casi, porque no podía acoger a quien no fuera del agrado del Dux… Pero, aunque Caterina mantuvo sus títulos y sus privilegios (se le permitió conservar el título de reina en los documentos oficiales) y en su Corte se contribuyó al desarrollo de las artes y las letras, pues era una persona muy culta y abierta de mente, es innegable que fue una mujer víctima del deseo de poder de los hombres de su época. Y es que parece que las grandes mujeres han molestado históricamente a aquellos que las han rodeado.

Caterina Cornaro murió el 10 de julio de 1510 y fue enterrada en la Iglesia de los Santos Apóstoles en un funeral multitudinario para el que se tuvo que construir un puente de barcas desde Rialto hasta Santa Sofía. Posteriormente, fue trasladado a la Iglesia de San Salvador, donde aún se encuentra el monumento fúnebre. Pudimos verlo en este último viaje, un monumento colosal a la altura de la única reina veneciana de la historia.